Piparras, piperras, guindillas… La Guindilla de Ibarra es reconocida por muchos nombres y, aun así, ha ido adquiriendo gran fama por todo el mundo. Ha salido por la puerta grande para construir un camino hacia la fama casi mundial, y en los últimos años se ha hecho un hueco en restaurantes grandes, pequeños, conocidos, modernos, los de toda la vida y, por supuesto, en los que sólo ofrecen calidad.

Este producto trata, concretamente, de un género de temporada, de color verde amarillento, de escasa producción perteneciente a una variedad autóctona de pimiento. Una guindilla de carne tierna y piel fina, pequeña de longitud –entre 5 y 12 centímetros–, de forma estrecha, alargada y lisa con un rabo estrecho y largo.

Como ya sabemos, las guindillas tienen un picor de diferentes grados, algunas incluso de muy alta -para los más valientes-. Esta característica es la favorita de muchos consumidores, y lo toman a modo de juego como una singularidad más de este manjar. Otras guindillas, por el contrario, no pican y tienen un sabor más suave.

La Guindilla y sus diferentes formas de degustarla

Las guindillas se pueden degustar de varias formas distintas. La primera de ellas es sin encurtir. Otra forma, inventada en Donostia en los años sesenta, es en forma de Gilda; es decir, en pintxo, junto a una o dos aceitunas, un filete de anchoa en aceite en un palillo.

También se pueden consumir como acompañamiento o incluso para darles un toque único a otros platos. En muchas casas se utiliza para darle un poco de vidilla a los potajes. Unas buenas alubias, garbanzos o lentejas adquieren un toque único y destacan por las guindillas de Ibarra. En otras recetas más modernas se añade este producto tan típico a los pescados o a las salsas de tomate. Las guindillas son tan polivalentes que pueden transformar las recetas más básicas y aburridas en tremendas experiencias culinarias.

Por todo esto y mucho más no es extraño que las piparras de Ibarra estén en el podium de los productos esenciales que hacen falta en cualquier cocina. Tampoco es para sorprenderse que tal manjar se reconozca como los langostinos de Ibarra. Un nombre originalmente procedente por su apariencia, parecida al de un langostino, pero que hace justicia a su similitud con los langostinos ya que son un clásico, peculiar e inigualable.